15 julio, 2006

De ángeles y milenios


Cada día se produce el milagro de amanecer,

de estar vivos, con nuestros cinco sentidos.

Cada hora sucede a otra,

a veces en carreras insostenibles,

de a ratos, como detenidas,

quietas y silenciosas.

Cada instante se encarama sobre el otro

y construyen torres que pueden ser

incorruptas para nutrirte

o inconsistentes para

azotarte en la fragilidad de lo superfluo.

La trascendencia es un bello jardín

de almas sostenidas

que en la temporalidad de la sustancia,

se eleva en escalas auxiliares

o se hunde en pozos desoladores.

En la ruta milenaria de inconcluso recorrido

se asoma, se vive, se refleja

la hermandad de seres que nos sostienen.

Hermandad de ángeles que despiertan

al clarear el camino, las piedras y esperanzas.

De ángeles que arremeten en la oscuridad

y hacen parir la luz que yace tras la miseria.

De ángeles atardeciendo en el ocaso y el sosiego.

Remanso que acaricia y se posa

en las pupilas claras,

llenas de verdad y vida.

En la tierra milenaria

que abraza y acoge,

se suceden las horas,

de cantos milenarios para alabar

y festejar la jornada de sudores y esperanzas,

de ritos milenarios que trae candor

y empapa el alma de eternidad.

De mujeres milenarias,

de fuego milenario,

de sueños milenarios.

Todas sueñan con ser ángeles de alas extendidas

para alcanzar lo eterno.