25 noviembre, 2009

La idiotez de Jonás


Parte de un artículo del profesor Arturo Bravo sobre Jonás, el personaje bíblico:


"Se puede considerar una parábola en la que se narran las desgracias y rabietas de un profeta a quien Dios le ha encargado ir a Nínive a proclamar un mensaje contra la ciudad por su maldad (ver Jon 1,2). Jonás se levantó con rapidez… pero no para cumplir su misión sino para huir lejos del Señor: fue a un puerto y compró un pasaje en un barco que iba para el lado contrario al que había sido mandado."

"La reacción de los crueles ninivitas fue, por decir lo menos, sorprendente: creyeron lo que Dios decía, decretaron un ayuno seco que incluía hasta a los animales, se vistieron de penitencia y se convirtieron de sus malas acciones. Dios, por su parte, al ver esta reacción, retiró el castigo anunciado. Jonás bien podría ocupar un lugar destacado en el libro de records Guiness como el profeta más exitoso de toda la Biblia: convirtió a una ciudad de habitantes brutales con una sola frase. Pero Jonás, lejos de alegrarse con tal éxito, se enfurece a tal punto que le ruega a Dios que le quite la vida, explicándole tanto la causa de su huida como la de su furia: “Porque sé que eres un Dios clemente, compasivo, paciente y misericordioso, que te arrepientes del mal que prometes hacer” (4,2). La causa de la ira de Jonás es la misericordia de Dios, porque lo que el profeta esperaba era que cumpliera su palabra de destruir la ciudad, incluso se instaló fuera de ella para ver tal destrucción. El libro termina con una pregunta en la que Dios defiende su misericordia y confronta a Jonás con su mezquindad, con su idiotez."

"La figura de Jonás se presenta como la de un profeta idiota de idiotas, es decir, como el portavoz de los que se fijan sólo en sí mismos, en su propia identidad, concebida como algo estático y autorreferido. Jonás es una crítica aguda y feroz a una forma equivocada de creer: la que busca “nacionalizar” a Dios, hacerlo propiedad de nuestra nación, grupo o movimiento. Pero el libro de Jonás nos muestra que Dios no es el que nos fabricamos, sino el Absoluto, el Trascendente, el que no podemos hacer a nuestra medida, según nuestros intereses. Es el Dios nuestro y también el de nuestros enemigos o de aquellos a quienes despreciamos… aunque nos duela."

“Idiota” viene del griego ídios que significa “lo propio”, idiota, por tanto, es todo el que ve y se preocupa sólo por lo propio, no es capaz de ver más allá, a los otros.

Mi comentario:
No sé porqué este Jonás me hace recordar el fenómeno televisivo de “Pelotón”.
Un grupo de “re-clusos-mentales” que juegan a ser auténticos, sensibles, fuertes héroes y forjadores de su destino con aspiraciones intrascendentes.
Creo que a estas alturas, no les molesta hacer el papel de idiotas, ni como protagonistas, ni a otros, como espectadores.
Como protagonistas, los soldaditos de la farándula creen ir en dirección opuesta a lo absurdo y sin sentido, pero el dios TV los lleva donde él quiere… al soberano ridículo para matar el aburrimiento.
Cuando parece que da el gusto a los espectadores, que se creen que realmente participan en el curso y destino de los “pelotitos”, resulta que se teje una trama maquiavélica para tener a los televidentes dentro de este gran pez de la obsesión expectante, sufriendo penitencia por culpa de las intrigas y jueguitos emocionales de los re-clusos.
En definitiva, el tejido de yoísmo que se teje dentro de la base y el que se teje fuera de ella, los convierte en perfectos idiotas que sólo se miran a si mismos, haciendo cualquier cosa, menos lo que Dios grita en su conciencia dormida.
Si la filosofía de vida cotidiana apunta a hacer lo que se nos antoja y esperar sentados los resultados estimados, creo que no estamos dando cabida a Dios.
En esta vida dentro del gran pez, re- clusos de mente y corazón, malhumorados por las vicisitudes de la vida, difícilmente podemos hacer caso a Dios.
¿Qué ocurrirá cuando caigamos en la cuenta de nuestra idiotez frente a Dios?, ¿Cuando, en su legítimo derecho, nos envíe de vuelta y contemplemos malhumorados su voluntad y no la nuestra?
Si no hacemos el ejercicio de vida sobria en lo personal y dadivosa en la entrega a los demás, creo que terminaremos dentro del gran pez, espero que purgando todas nuestras idioteces, gracias a la misericordia divina.

(pinchar en el título de esta entrada para ver el artículo completo del profesor Arturo Bravo)

El desierto de Cuaresma

Jesús es el Maestro que nos enseña a tener los ojos puestos en Dios. Cuando los tengo puestos en mi, Dios pasa a ser un elemento secundario o peor, un accesorio ridículo que ostento como metal que resuena.
Paradoja es, que mientras más miro a Jesús, más me veo a mi misma, pero como verdaderamente soy: hija de Dios.
Mientras más salgo de mí, más cerca estoy de aquel que está fuera de mi: Cristo, mi Maestro.
Yo diría, hasta ahora, que lo esencial para el desierto es mi mirada puesta en el Maestro, porque El es el que me lleva al Padre, hacia esa Tierra Prometida en donde ya está edificada mi casa, mi lugar junto a Dios.
Todo lo que poseo puede transformarse en mi perdición si no los veo con los ojos de Cristo, ellos debieran ser mi mayor tesoro.
Mis ojos, entonces deben ser los ojos de Cristo. Mirarlo a El para transformarlos a lo suyos. No hay nadie que pueda vencer a la tentación de vanagloria, sino Cristo. Cuando salgo a su encuentro, llego a El despojada de todos mis apegos. No hay otra forma de mirarle, ni menos de seguirle. No puedo dar un paso sin su mirada en mi y mi mirada en El.
Pero aún más, no hay forma de que pueda yo recuperar la salud: mi vista para una mirada sobrenatural, mi andar en el sendero de la Vida, mi pureza en el corazón dispuesto a su Voluntad, si no tengo la fe que el Maestro me reclama para obrar los milagros.
Entonces, mi único bien, que nadie me puede quitar, que no pesa, no estorba, no me paraliza en medio del desierto y mi único tesoro, resulta ser la Fe.
Mi fe es el maná que me reconforta en el difícil trayecto por este desierto que nos aflige, nos consume día a día, nos desafía y nos deja perplejos viendo espejismos.
Si, en el desierto hay muchos demonios, pero sobretodo, está Dios que nos acompaña, nos recoge, nos lleva en brazos mientras mantengamos viva la fe. Esa fe se alimenta y se vivifica en el Amor, porque la fe sin el Amor, sin las obras, no es nada, sólo llega a ser un accesorio que ostentamos como metal que resuena.



Este es mi comentario a un interesante artículo del profesor Arturo Bravo

San Pablo, un apasionado

Pienso que su juventud y pasión lo llevó a cambiar su suerte, de perseguidor a perseguido, ya que no sólo decide seguir a Jesús, sino que acepta las consecuencias de ese seguimiento. Pero para él sería en dos bandos en sus comienzos, pues no sólo lo perseguirían sus nuevos enemigos, sino los cristianos que le vieran acercarse a la comunidad, que querrían descabezarlo por todos los cristianos muertos bajo su espada.
Conversión significa, cambio total de dirección. Ir en dirección totalmente opuesta a la anterior.
Jesús mismo nos lo dice. A Dios se le da la cara o la espalda. “El que no está conmigo, está contra mi, el que no recoge conmigo, desparrama”. Es la radicalidad del seguimiento. ¿se puede dar este paso sin pasión?
La imagen de la caída del caballo, dice más de nuestro encuentro con el Señor de lo que imaginamos.
Pablo tuvo un momento de luz que entró en su corazón y su conciencia que le permitió ver la persona de Jesús.
Pablo cae en la cuenta de quién es aquel a quien persigue, no le queda otra cosa que dejar caer las estructuras que forjaron su vida anterior y construirla ahora con los verdaderos cimientos. Lo que le parecía ser el sentido de su vida, es ahora el sin sentido. La piedra que desecharan los maestros de la Toráh que él tanto amaba, era ahora la piedra angular.
Lo que Saúl creía, lo desdecía Pablo. Lo que Saúl anhelaba, lo aborrecía Pablo en su celo por su Señor.
Definitivamente este era un camino sin retorno, que no se puede recorrer en la tibieza, sino en un fuego devorador.


Pablo fue cautivado por ese amor de Dios en Cristo, tan intensamente, tan profundamente, que llega a decir: "me glorío en mi debilidad, porque cuando soy débil, entonces, soy fuerte."
Así de profunda se hace la unión entre Dios y el hombre. Llega a la entrega de si a tal punto, que se alegra de ser nada para que Dios entre en él, por que para Pablo, su vida sin Dios no tiene sentido, es estimada en nada.
Nunca nos niega la gracia, que es lo único que nos basta, porque la fuerza es de Él.
Sin el Amor, no podemos nada.


Este es mi comentario a un interesante artículo del profesor Arturo Bravo

El Reino de Dios, se acoge

Me conmueve la delicadeza de Dios, al querer que el hombre sea tierra donde plantar la semilla de su Reino.
Si acepto ser tierra para que germine, inevitablemente crecerá y se extenderá, sin que yo sepa cómo y cuándo sucede esto… es un milagro, porque no somos capaces de ver con claridad el proceso, sino que vemos el contraste entre lo que fue y en lo que termina.
Participar del Reino con mi voluntad de ser tierra que acoge la semilla es la experiencia constante de conversión a la que San Juan Bautista, Jesús y luego los apóstoles y evangelistas invitan al hombre en la historia hasta nuestros días con la acción del Espíritu Santo.
En el momento en que acepto ser tierra, el Reino ya es una realidad, aunque aún sea promesa, un concepto único y novedoso que incluso hoy resulta desconcertante para este nuevo hombre dotado de conocimiento y ciencia.
Dónde radica la aceptación de esta realidad tan fuera de serie y desconcertante: en la fe y la humildad de quien se sabe amado por su creador que lo busca incansablemente y lo trae de vuelta a casa.


Después de María Santísima, el primero en acoger el Reino de Dios en Jesús, fue San José, que queriendo serle fiel a Dios, estaba dispuesto a abandonar a María en secreto.
Dios le confía una misión de salvación al Justo y le ayuda en las vicisitudes, porque ve que lucha por serle fiel en todo momento, Dios le guía en su conciencia.
Para anunciar el Reino de Dios, hay que acogerlo completamente y se acoge adhiriéndose a su mensaje generosamente.
La voluntad de Dios se manifiesta en el que es fiel. La Salvación se le confía como misión Divina, no humana.
La obra es de Dios, nosotros somos mediadores en Jesús y nuestra fidelidad se realiza en el seguimiento.

La Trinidad y la unidad en la diversidad

El misterio de la Santísima Trinidad nos habla de tres personas distintas en un mismo Dios, nos habla de la naturaleza de sociabilidad del Dios, un Dios que no está sólo y quiere compartir su Amor, esa es justamente la semejanza del hombre con su creador.
Eso nos lleva a contemplar una realidad que no todos entienden: la diversidad v/s la uniformidad.
Hoy se “mal” entiende la unidad y diversidad.
Hemos tergiversado su real significado, reducido su infinita dimensión y desvirtuado su valor.
Quizás esa sea una de las razones por la que nos cuesta tanto comprender la dinámica trinitaria (sin considerar que es un dogma de fe y que en nombre de lo mismo, poco nos empeñamos en profundizar).
El individualismo reinante es la resultante, no sólo de una ausencia de Dios, sino de una total indiferencia por conocerlo como realmente es.
Definitivamente hay varias maneras de creer en Dios. Sería bueno preguntarse… de qué manera creo en Dios. Lo más probable, es que sea un producto del mundo que yo me he creado para conveniencia personal.
En nombre de ese individualismo, no cabe otra cosa más que la uniformidad, por intolerancia a la diversidad que me estorba y demora mi llegada a la meta final, porque me obliga detenerme en el camino y asistir al necesitado. Mejor doy un rodeo y sigo bajando al abismo de mi egoísmo, donde tengo puestas todas mis esperanzas, donde no hay luz que me haga ver que la clave para mi felicidad, está en el Amor trinitario.


Este es mi comentario a un interesante artículo del profesor Arturo Bravo (pinchar en el título de esta entrada)

La Cruz, escándalo para los propios cristianos

El amor sin medida parece ser un escándalo para la comprensión humana, Pedro es el primero en preguntar sobre los límites del amor, pero Jesús le advierte que esos límites no son de Dios.
Amar hasta que duela, parece ser un escándalo en la manifestación del amor humano, siempre el amor propio nos repliega hasta nuestros propios muros, esa fortaleza de yoísmo que hemos erigido en torno nuestro.
La Cruz es el despojo total de si mismo y el sentido más alto del dolor humano. No puede tener esta disposición otra consecuencia, sino el triunfo definitivo.
La pregunta es: ¿tenemos real conciencia del premio inmerecido que se nos promete al amar “escandalosamente”?
¿Tenemos los ojos puestos, realmente en la vida eterna? A mi me parece que no. Es más, no nos parece evidente el triunfo final ante tamaño sacrificio. Estamos en la cultura de la Ley del menor esfuerzo.


Me parece más bien que hemos cerrado las facultades que nos permitían ver, pretender y gozar de esa promesa que se puede vivir ya como una realidad, desde la fe….. y desde la Cruz.
La escasa relación y diálogo con Dios ha atrofiado nuestra mirada sobrenatural y la ha limitado a un espejo que sólo refleja nuestra propia imagen “enchulada” a nuestro propio antojo. Dios se debe parecer a nosotros, pensar como nosotros, amar como nosotros y tener una “sana” cuota de mezquindad, para salvar su honor, claro está.
Que no nos haga ver como idiotas, ni nos apunte con el dedo, ni nos haga caer en la cuenta del sentido del ridículo, de nuestro propio endiosamiento.
Que siempre nos justifique y nos proporcione la visa para irnos derechito al… cielo? o lo que sea que hay después de esta vida. Y eso, si estamos pensando que vamos a un cielo.
He visto muchas almas vacías y resignadas a pensar que no van a ninguna parte, no se si es falta de fe o de soberana flojera…. las empresas materiales a las que están entregados parece tener más sentido y dar frutos más inmediatos en este mundo tan acelerado, antes que nos coma el tiempo.
Qué ridículo será ese tiempo cuando nos toque enfrentar el paso hacia la eternidad!!!!!!!.
Esa falta de visión si que es motivo de escándalo!!!!




Este fue mi comentario a un interesante artículo del profesor Arturo Bravo