20 diciembre, 2006

Figura de Cristo



“La figura de Jesús es para los hombres, un modelo que en su búsqueda de la felicidad participa de la obra de Amor de Dios y esa experiencia le hace comprender que, simultáneamente Dios participa activamente como fuente y fin de esa realización personal”

La figura de Jesús cumple con todas las expectativas e ideales humanos con proyección divina, es decir, del buscador de lo infinito, de la prolongación de su vida a la eternidad. Esta proyección es alcanzable por la Gracia.

Así, Dios no nos es ajeno, sino que es fuente y fin de los anhelos humanos.
La búsqueda de la felicidad es realizable para el hombre por medio de la esencia de Dios: el Amor.
Los “signos” (milagros, curaciones y resurrecciones) de Jesús se manifiestan en las múltiples necesidades de amor del hombre en todo su padecer.

Jesús es entonces, el Servidor que participa del Amor de Dios a través de sus “signos” en beneficio de los hombres.
La Obra de Amor de Dios pasa a ser la obra Redentora de su Hijo para la Salvación del hombre, esta Salvación se debe entender justamente como el cumplimiento pleno de la aspiración del hombre que es a su vez el Plan de Dios desde siempre: la felicidad.

Esta es entonces la dinámica y economía de la realización personal:
Ser un Cristo que entra en comunión con Dios por el Amor a través del servicio a sus hermanos, es decir, toda la humanidad.

Cuando Jesús enseña, muestra que hay un solo camino a la felicidad, pero dos consecuencias según la opción del hombre de acogerlo o rechazarlo.

Así, enfrentando en el Evangelio la ley del Amor con la antigua Ley Mosaica, nos muestra el requisito inequívoco para seguir dicho camino: cumplirlo desde el corazón.
El código de la Antigua Alianza, grabada en piedra fría, inerte, dura y hostil, representa en el Evangelio la ley que hacían cumplir los Fariseos como costumbre ajena y siempre dolorosa para el hombre, en cambio la Ley de Amor se escribe en el corazón de carne que obedece a su naturaleza bondadosa y de amor.

El código moral designa una conducta que va más allá de una simple costumbre o el cumplir por cumplir, es la conducta que forma parte de nuestro carácter, es una forma de ser, no de hacer.
No hago algo bueno, sino que soy bueno.
No hago algo generoso, sino que soy generoso.
Esto garantiza un deseo incansable del hombre de hacer el bien y no solo ocasionalmente, porque forma parte de su ser.

Ahora bien, el hombre por naturaleza experimenta el desfallecimiento tanto físico (la muerte) como moral (el pecado), por lo tanto, este deseo permanente del bien viene de la Gracia del Único inmutable que jamás desfallece: Dios.

El Amor entonces, es la Gracia que el hombre recibe de Dios para desear y realizar, a pesar de sus caídas, todo bien inscrito en el código moral.
No puede realizarse plenamente sin este código porque el hombre es bueno en su esencia, tiene la misma esencia del que lo creó.

Jesús es el puente entre las aspiraciones del hombre y las de Dios, es el punto de encuentro entre la criatura y su hacedor que le comunica la Gracia incansablemente para realizar la dinámica del Amor.

Jesús es Modelo y ejemplo para todas las facetas de la vida humana, es Servidor que realiza la obra de Dios en comunión con los hombres, es todo lo que el hombre aspira ser y hacer, como hijo de Dios.