11 noviembre, 2010

Conciencia primordial


Reyes 19:11-13

11 El Señor le ordenó:
—Sal y preséntate ante mí en la montaña, porque estoy a punto de pasar por allí.
Como heraldo del Señor vino un viento recio, tan violento que partió las montañas e hizo añicos las rocas; pero el Señor no estaba en el viento. Al viento lo siguió un terremoto, pero el Señor tampoco estaba en el terremoto.
12 Tras el terremoto vino un fuego, pero el Señor tampoco estaba en el fuego. Y después del fuego vino un suave murmullo.
13 Cuando Elías lo oyó, se cubrió el rostro con el manto y, saliendo, se puso a la entrada de la cueva.
Entonces oyó una voz que le dijo:
—¿Qué haces aquí, Elías?

La voz de Dios es brisa suave. Este pasaje del A.T. grafica perfectamente dónde está Dios, dónde buscarlo: en la propia conciencia.
Dios nos habla con nuestra propia voz, porque la voz de Dios es simple.
Jesús también habla con simpleza y su palabra es efectiva: "a ti te digo, levántate".
Pero ¿cómo sabemos si es Dios quien nos habla y no nosotros mismos?
La voz de Dios nos da una tremenda paz; los frutos de lo que nos propone cuando nos habla, valen la pena; la invitación que nos hace, nos da gran alegría de vivir; y por último, lo que nos propone, no contradice lo que la Iglesia de Cristo nos enseña.
Pero tenemos miedo al silencio, sin embargo, Dios se sienta a esperar y nos llama una y otra vez, hasta que nos decidamos escuchar, entonces se pone de pie y llama, porque sabe que ahora si le escuchamos y responderemos como Samuel: habla, que tu siervo escucha.

(comentario a un artículo de una hermana en el Señor)
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