23 noviembre, 2007

Santa intimidad



¿Qué queda después de los afanes del día, en una pausa en el camino, en un momento de silencio, en un rato de oración?

Sólo Dios permanece, sólo El sigue estando allí, más al descubierto, sin ruidos internos impidiendo notar su presencia.

Cuando se produce el reencuentro, cuando lo reconozco como mi esencia y mi todo, me siento abrazada y todas las preocupaciones de este mundo se disipan.

Dios es lo más mío que puedo experimentar. Nada ni nadie me puede llegar hacer sentir una intimidad más grande, más genuina que la presencia de Dios.

Es el gozo más grande, un pedacito de cielo en medio del mundo enajenante, una anticipación amorosa del Amado para con su sierva inútil.

16 noviembre, 2007

Santo propósito



Mi santo propósito es, salir de mí misma y contemplar a otro: Cristo.
Pero debe ser una contemplación en la acción, en el sacrificio concreto, en el servicio eficaz.

Cuando me quedo en mis deseos o pensamientos, hago lo que no quiero, lo que ofende a Dios y mi único remedio es la oración, la confesión y la Santa Comunión. Sin ese alimento no sé llegar de vuelta al olvido de mí para imitar a Cristo.

Contemplar a Cristo debe realizarse en la imitación de Cristo y andar como El anduvo, sufrir como El sufrió, mirar con sus ojos, hablar con sus palabras, servir con sus manos y amar con su corazón.

Cuando yo no soy, Cristo es todo en mí.

12 abril, 2007

Vamos de camino





Comenzando un nuevo año de preparación para los sacramentos en las distintas parroquias de nuestro país y siendo esto en plena Pascua de Nuestro Señor Jesucristo, en la alegría de su Resurrección, me permito hacer esta invitación a catequistas y confirmandos de todas las comunidades:


Vamos por el camino de la vida, la de todos los días, la del trabajo, la familia, los amigos, la de la calle hacia nuestras obligaciones, la de la rutina, la del refugio, la del hambre espiritual, de los ritos y sacramentos, la de las aspiraciones, sueños e ideales.

La vida de todos los días que lleva desde hoy la impronta del Amor Divino con rostro de Hombre, la vida de Cristo en nuestras vidas para llevarnos al Padre que es la meta final, donde se verán cumplidos nuestros sueños, donde la promesa de la felicidad plena y definitiva es una realidad.
La vida de todos los días, esa que se construye paso a paso, codo a codo con nuestros hermanos y con Cristo.
La vida valiosísima a los ojos de Dios, nuestro creador.
La vida por la que queremos responder con Amor a nuestro Hacedor Eterno.

Vamos de camino, con lo que tenemos y lo que somos, porque así nos ama Dios incondicionalmente, vamos de camino aprendiendo con Cristo a corresponder a tanto Amor en nuestra vida, la de todos los días.

Feliz Pascua de Resurrección

28 febrero, 2007

Los invitados a la cena


Jesús, a muchos has invitado, pero pocos son los que acuden.

Yo me entusiasmo en un principio, pero decaigo luego y te esquivo con excusas. He consentido en faltas que no me llevan al Reino al que he sido invitada e invento mil excusas para validar mi actitud.

Soy como los de tu parábola. Tú criticas a todos este abandono con la parábola del hombre que hizo una cena e invita a muchos, pero la mayoría se excusa para no asistir.

El hombre manda entonces a su criado a buscar a todos los que encuentre en las calles, enfermos, pecadores, etc.

Si. Nosotros que somos bautizados, confirmados en la fe y vamos a misa, quedamos fuera del banquete, y otros acudirán y se saciarán, aquellos que nosotros consideramos no aptos, muchas veces están más dispuestos.

Los judíos te rechazaron siempre, te persiguieron y te mataron, ellos no entrarán al Reino según tu parábola. ¿Dónde estoy yo?

Quiero ser de tu pequeña grey, que instruyes cuidadosamente, para que no decaigan como los otros.

Y he aquí que ofreces otra parábola para confirmar lo mismo, una dura crítica a los doctores de la Ley:
“Un hombre baja de Jerusalén a Jericó…” Ya de entrada las cosas están mal para el legista.

Descender es una idea de ir bajando al pecado, a las tinieblas, Jericó, ese punto bajo es donde está la ciudad levítica y sacerdotal.

El hombre, en lo más bajo del pecado no está libre de la desgracia y ocurre que le asaltan y le hieren.

Ni el sacerdote, ni el levita que bajaban a cumplir sus funciones a la ciudad lo socorrieron, pero cuando viene bajando el samaritano, tan pecador como el hombre herido, el sacerdote y el levita, se apiada de él y cumple con todos los actos de caridad que todo levita conoce, pero que jamás han practicado:
Lo recoge, lo cura, lo unge, lo lava, lo venda y paga por sus cuidados.
Es clara la lección, Señor.
La práctica de la ley de amor obliga a todos por igual. Y enfatizas al final: -“has tú lo mismo”.

La idea o conocimiento teórico de la caridad no tiene valor ninguno si no se la transforma en vida.

Tantos católicos, catequistas como yo, conocemos las obras de misericordia para con el prójimo, pero nunca hemos practicado, damos un rodeo y seguimos camino abajo en el pecado.
La dirección hacia el Reino va en sentido contrario, ascendiendo a la vida santa de los que cumplen la ley del amor.

La escuela de Cristo


Todos hablan de ti al pasar, mientras estoy en casa realizando algún oficio donde tú eres la fuente y el fin de mi tarea, donde trato de hacer de cada actividad una oración.

Escucho entonces un bullicio fuera y entiendo que hablan de ti, mas yo lo sé en mi interior, que estás cerca y es que mi corazón te ha anhelado tanto, que está atento a tu paso, tu voz, tu Palabra.

Levanto la vista y mi alma entera se estremece porque te reconoce y se reconoce en ti aún a la distancia.

Dejo caer mis herramientas y salgo a tu encuentro limpiándome las manos con un paño.
Veo gente, niños que van y vienen expectantes, mujeres que han salido de sus casas aún con las manos mojadas en su delantal.

Todos te esperábamos. Señor, no es solo curiosidad, no es ambición o interés personal, me mueve algo más. Reconozco que me da miedo seguirte, pero al menos, deseo verte para que me des ese valor.

Al fin veo tu figura, estás sonriendo y tocas a quienes se te acercan. Todos tenemos hambre y sed de ti.

Estás a solo unos metros de mí y cuando te tengo en frente, se cruza tu mirada con la mía. Sólo eso me basta para limpiarme, para cambiar mi vida y sanarme.

Soy como muchos, que no tienen el firme propósito de cumplir las condiciones para seguirte, pero al menos, deseo que esa mirada posada en mis ojos por un instante, me den esa fuerza.

Me he sentido interpretada por aquel que te ha hablado unos minutos después de mirarnos. Te ha dicho: -“Te seguiré dondequiera que vayas”.

Oh! Señor, cuántas veces he querido decirte esto a gritos, con valentía, pero mi corazón sabe que aún no me creo capaz de esa respuesta, por eso calla y se consuela contemplándote, viéndote pasar por la otra vereda.

Le has respondido a ese hombre, un escriba, creo: -“Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza”. Y parece que me lo dijeras a mí.

Con tristeza me doy cuenta que también yo tengo puesta mi confianza y mis fuerzas en lo que tengo, en lo que quiero y pretendo seguirte desde ellas.
Luego le has dicho a otro: -“Sígueme”.

Oh! Señor. Si yo fuera quien te escucha decirme así, sentiría alegría y miedo a la vez.

El te ha contestado: -“Deja que entierre a mi padre primero”.
He sentido tanta vergüenza , porque creo que yo habría dicho lo mismo.

Entiendo, Señor, lo que quieres decir con: -“los muertos entierren a sus muertos, ve a anunciar el Reino de Dios”.

Debo entregarme a la misión sin lazos sociales, ni preocupaciones que me aparten de ella.

Pero tengo una esperanza, Señor. Puede que yo también, como él, me entregue luego con docilidad.

Llegó otro a hablarte, tan vacilante como yo: -“Yo te seguiré, pero antes deja disponer de las cosas de mi casa”.

Tu respuesta me ha dolido en lo más hondo porque me has descubierto y te he ofendido:
-“Ninguno que echa mano al arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios”.

Así hemos quedado muchos en el camino, viéndote pasar sin llevarnos contigo.

Tú nos explicas porqué debe ser así: -“¿Quién de entre vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, no sea que habiendo puesto el fundamento y no pudiendo darle fin, todos los que le vean comiencen a burlarse de él, diciendo: -este hombre empezó a edificar y no tuvo fuerzas para rematar?”.

Por eso te llevas unos pocos y te esfuerzas por moldearlos en sus corazones bien anclados en la fe. La construcción que meditabas iba a ser demasiado alta para que pudieras asentarla sobre cimientos movedizos.

Quieres obrar como un buen arquitecto y quieres que tus discípulos obren igual.

Para seguirte deberé pesar bien mis fuerzas, hacer mis cálculos y disponerme a aceptar las condiciones que exiges como indispensables.

Por eso estoy aquí, Señor, para poner mi voluntad en las cosas tuyas. Me quedo fuera de mí, y te contemplo. Salgo de mí para más amarte a ti.

08 enero, 2007

Algo del Evangelio





Martes, 9 de Enero de 2007

1º tiempo ordinario
Mc. 1, 21-28

“Entraron en Cafarnaún, y cuando llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar.
Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
Y había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar:
"¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios".
Pero Jesús lo increpó, diciendo: "Cállate y sal de este hombre".
El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un gran alarido, salió de ese hombre.
Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: "¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!".
Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.”

“Entraron en Cafarnaún, y cuando llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar”. Es la primera jornada en Cafarnaún, el primer día de la misión de Jesús.
Le antecede a este episodio, el bautismo en el Jordán que cierra el bautismo con agua, de Juan, para comenzar el bautismo con Espíritu Santo de Jesús, y se manifiesta en la purificación de las lecturas de toda esta semana.
Cuando Juan bautizaba, invitaba a la conversión, es decir, a dejar la vida de pecado y purificarse con el agua a una vida nueva, para recibir a Aquel que los liberaría definitivamente de la esclavitud del pecado.
Jesús va realizando este nuevo bautismo eficaz en la que purifica el alma.

… “les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas”. Para explicar la “autoridad” de Jesús para enseñar, Marcos se vale del relato del espíritu impuro.

…"¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios". El mal, a la luz de Cristo, sólo puede salir revelando su identidad y reconociendo la identidad de Cristo.
Lo experimentamos cuando tenemos un encuentro con Jesús que ilumina nuestros rincones más oscuros. Cuando tomamos conciencia de nuestros pecados a la luz de Cristo, nos dolemos y queremos arrancar ese mal, es Cristo quien nos limpia en el sacramento de la Confesión.

Lo extraño es, que en este relato el espíritu impuro está en la Sinagoga, donde no podían entrar los impuros, y se dirige en plural, como portavoz de todos los que están ahí.
Jesús ha de purificar primero a los Judíos, que siguen las enseñanzas, la Ley mosaica para luego salir a buscar a los paganos. Hay varias imágenes con esta idea en el evangelio.
La Ley religiosa estaba viciada y sólo traía división y odiosidades, abusos y discriminación. Jesús viene a acabar con los demonios que habitan en las falsas enseñanzas.

… "Cállate y sal de este hombre". Ahora bien, lo que se refiere a la “autoridad” de sus enseñanzas, debemos remontarla a la expresión del A.T. para hablar de la autoridad de Dios. Dios, lo que dice, se realiza: “Hágase la luz, y la luz fue”.
Esa es la autoridad de Jesús, la de Dios que realiza con su palabra. Jesús no teoriza, acerca del mal, sino que lo arranca definitivamente.
Cada vez que nos confesamos es Cristo quien dice: “Cállate y sal de este hombre”

Esta eficacia de su palabra se repite en las lecturas de esta semana, Jesús se dirige a la suegra de Simón y la fiebre pasa, dice al leproso, "quiero: queda limpio", y se le quita la lepra, al paralítico dice: "tus pecados quedan perdonados" y se levanta, toma su camilla y va a su casa.

¿Cuando hablamos de Dios o de Jesús, lo hacemos repitiendo las escrituras sin vivirlas, o desde el testimonio vivo, que nos impulsa a seguir a Cristo y ser consecuentes con la vida que El nos regala?, ¿damos ejemplo?

Como se puede ver, de entrada, ya Jesús provoca un remezón, viene a purificar sin trámites lo que está sucio, es la experiencia de conversión que vivimos en el encuentro con Jesús, y cada vez que sea necesario viene a renovar nuestro bautismo con la purificación, como primer requisito para caminar con El.